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Sostenibilidad

Consumidores contra empresas: quién es el verdadero culpable del problema de la sostenibilidad

Leticia García habla en SModa sobre «por qué el problema de la sostenibilidad no es culpa del consumidor» y en talentiam nos hacemos eco de este artículo que pone en foco en las compañías y sus conductas poco éticas.

Parece que el tiempo, los titulares y la presión por proteger el medio ambiente han dado a entender que los consumidores son los responsables del problema de la sostenibilidad. «Consumir menos y mejor» es un consejo que se ha dado sin parar y que ha calado hondo, pero ¿qué hay del daño que ejercen las empresas y las grandes multinacionales? La periodista Leticia García presenta un interesante análisis en SModa que nos ha llamado especialmente la atención. Un artículo que aleja a «los compradores como causa y consecuencia de casi todos los problemas» y que pone en foco en las compañías y en su responsabilidad social.

problema de la sostenibilidad

El problema: las compañías y sus conductas poco éticas

García empieza su atractivo discurso hablando sobre Elizabeth Cline, una periodista de moda que «se pasó más de una década clamando en favor de un consumo ético y responsable», fenómeno que la pandemia ha cambiado. Cline explica en El ocaso del consumidor ético que un buen día «se dio cuenta de que sus decisiones de compra no eran la solución, es más, eran parte del conflicto».

En su artículo detalla que «el consumidor ético cree que somos nosotros los que causamos el problema dándole al mercado pistas de que necesitamos productos poco sostenibles, como si la crisis climática, la desigualdad provocada por el racismo o la mano de obra explotada fueran el resultado de no comprar en las tiendas correctas. Qué conveniente es esta idea para las compañías que aparecen en las listas de Fortune y que son las que realmente causan estos problemas». Así, plantea el principal punto a debatir, ¿son los consumidores o las empresas los causantes de este dilema?

García apunta que la pandemia nos ha hecho «más conscientes que nunca de los peligros que acarrea malgastar, no reciclar o consumir por encima de nuestras posibilidades», pero Celine defiende que «el problema real es otro, y mucho más complejo». De este modo, leemos que «la ecoculpa, como llaman algunos sociólogos a este fenómeno que genera ansiedad en el individuo por no ser el consumidor éticamente perfecto, es un concepto tan perverso como el sistema de creencias que lo ha acuñado. No, la culpa no es solo del que compra fast fashion o del que se carga de bolsas en las rebajas, es de las compañías que han refrendado un discurso de consumo voraz, de las empresas que explotan a sus trabajadores para que eso suceda y, en última instancia, de un sistema que legitima dichas prácticas ocultando su responsabilidad en acusaciones a un individuo al que, prácticamente, le obligan a comprar mucho y comprar peor».

¿Comprar «menos y mejor» es la solución?

Hay ocasiones en que se recomienda comprar menos y a un precio más alto (dando por hecho que los bienes caros son más respetuosos con lo que nos rodea). Ante estas palabras, Leticia responde que «hay una verdad incontestable: si una camiseta cuesta tres, cinco o diez euros, es porque algo no funciona como debería en su fabricación. Entre ambos extremos, está el cliente al que se le culpa de comprarla, sin tener en cuenta su poder adquisitivo». Añade que «consumir muy pocas prendas longevas de calidad no es una idea realista para muchos bolsillos».

Además, suma una interesante reflexión: «Instamos a tener un pequeño puñado de prendas cuidadosamente escogidas, pero criticamos a quien siempre lleva la misma ropa porque, en definitiva, todos hemos sido educados en el mismo modelo de consumo, la diferencia es que algunos privilegiados pueden abstraerse de él y verlo (y rechazarlo) con perspectiva».

La desinformación: clave para confundir al comprador

La periodista habla de otro de los puntos fuertes: la desinformación, de la cual es culpado el consumidor. «En parte es cierto, el problema es que, una vez más, él y solo él parece tener la responsabilidad de informarse. Y de hacerlo, además, en un entorno en el que la mayoría de las marcas no son claras sobre cómo, dónde y por quién están hechos sus productos. El llamado greenwashing (lavado de cara para parecer más ecológico) está a la orden del día, sobre todo tras la pandemia: mientras muchas marcas hablaban de tejidos reciclados o prendas cuya confección requieren menos agua, los trabajadores del sudeste asiático denunciaban que morían de hambre porque ciertos gigantes textiles habían cancelado sus pedidos».

El final de artículo es la esencia de esta cuestión. «No, no se trata solo de comprar menos y comprar mejor: se trata de mirar a los verdaderos culpables y de regular, instituciones mediante, ciertas dinámicas. De educar en otro modelo de consumo sin esperar que el cambio llegue del final de la cadena. De subir salarios, hacer auditorías y legislar la sobreproducción. Lo demás es solo poner un parche en la herida».

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Fotografías | Stella McCartney

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